Fortaleza franciscana de Atlixco

*Concluido en 1528 el Convento de Santa María de Jesús es considerado la edificación más antigua de Atlixco, un Pueblo Mágico enclavado en las faldas del volcán Popocatépetl

Carolina Miranda

Atlixco, Pue.- Al atravesar la potente puerta de madera e ingresar a la enorme estructura, una frescura invade el cuerpo: la temperatura ambiente es más baja que en el exterior y la tranquilidad del lugar calma hasta las almas más rabiosas.

Si el exterior de la construcción del Siglo XVI impone, el interior sobrecoge por sus naves, sus bóvedas, arcos, pasillos, sus medallones con los anagramas de Cristo y Maria y por su historia de casi 500 años.

Los frailes Franciscanos construyeron el Convento de Santa María de Jesús, considerado la edificación más antigua de Atlixco, un Pueblo Mágico enclavado en las faldas del volcán Popocatépetl. Popularmente se le conoce como Convento de San Francisco.

Los especialistas describen al monasterio como una imponente construcción que asemeja una fortaleza; construido orientado hacia la población, de oriente a  poniente, debido a su función evangelizadora.

Caminar por las coloridas calles de Atlixco es alimentar la vista y subir hacia el el Cerro de San Miguel, es pasar  un vía crucis por gusto y placer. En la ladera, el convento es un refugio con su iglesia, claustro alto y bajo, dormitorios y huerta.

Un informe sobre la Provincia Franciscana del Santo Evangelio, enviado en 1528, daba cuenta que la tarea iniciada por los Frailes Franciscanos, entre ellos Fray Juan de Alameda y Fray Toribio de Benavente, había concluido.

Piedra por piedra lograron una edificación tipo fortaleza medieval. Se convirtió en el centro simbólico y un elemento jerárquico en la traza urbana de esta antigua ciudad.

Aunque sufrió modificaciones y anexos en el Siglo XVIII, mantuvo su portentosa belleza, es el faro que guía a Atlixco, el “Lugar del valle de agua”, un municipio que conjuga aromas de sus flores, multicolores en fachadas de sus viviendas y monumentos históricos que al recorrerlos despiertan los cinco sentidos.

Describir el convento llevaría miles de palabras y frases: una fachada sencilla formada por cuatro arcos de medio punto ligados a una capilla abierta; pasar por el coro con sus arcos rebajadisimos que se desplantan de ménsulas en forma de hojas de acanto de estilo neo-clásico, seguir con la bóveda de cañón con lunetas, la pila de agua bendita del siglo XVI, trabajada -según descripciones oficiales- como si fuese una enorme cesta.

Vivirlo y sentirlo de cerca es lo mejor.

 

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